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Chocolate, bebida de los Dioses...

En la delgada línea que existe entre de la leyenda y la realidad, se relata en el Tonalámatl, libro de los augurios de los sacerdotes de la diosa Xochiquetzal, la historia del día en que los dioses, compadecidos por los trabajos que pasaba el pueblo Tolteca, decidieron que uno de ellos bajara a la tierra para ayudarles, enseñándoles las ciencias y las artes. Así, correspondió a Quetzalcóatl dicha encomienda, aprovechando que hacía tiempo se empeñaba en ayudar a los toltecas, por lo que adquirió forma humana y descendió sobre Tollan, ciudad de hombres buenos y trabajadores.

Al estar entre ellos, Quetzalcóatl extrajo un pequeño arbusto de flores rojas, prendidas a largas ramas de hojas alargadas, inclinadas hacia la tierra, misma que ofrecía frutos oscuros. La plantó en los campos de Tula y pidió a Tláloc que lo alimentara con la lluvia y a Xochiquetzal que lo adornara con flores. Aquel pequeño arbusto creció y dio sus frutos, Quetzalcóatl recogió las vainas, hizo tostar el fruto, enseñó a las mujeres a molerlo y a batirlo con agua en jícaras, obteniendo así el chocolate, que en el principio sólo tomaban los dioses, sacerdotes y los nobles.

Fue considerado licor sagrado y se tomaba “agrio” o amargo. Más tarde se le mezcló con miel y a la llegada de los españoles, éstos le agregaron azúcar y leche, lo tomaban caliente y se convirtió en bebida de lujo en la época colonial.

Los Dioses Juraron venganza contra Quetzalcóatl y  los Toltecas, por lo que llamaron a Tezcatlipoca (“espejo humeante”), dios de la noche y de las tinieblas, quien era enemigo de Quetzalcóatl; por lo que aquél bajó a la tierra a través del hilo de una araña y disfrazándose de mercader, se acercó a Quetzalcóatl para ofrecerle la bebida que Xochiquetzal había descubierto.

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"Amor sin besos es como chocolate sin queso" - Anónimo

Fuentes Chukwa

"Las cuentas claras y el chocolate espeso" - Anónimo

Así, Quetzalcóatl bebió del jugo que se le ofrecía, que no era otra cosa que el octli, jugo fermentado del metl (maguey), llamado por el pueblo tlachiuhtli (pulque), por lo que se embriagó, ante el regocijo del malvado Tezcatlipoca, bailó y gritó ante el escándalo del pueblo que lo miraba hacer gestos ridículos. Después se durmió y, al despertar, con la boca amarga y en la cabeza un dolor profundo, se dio cuenta de que los dioses lo habían deshonrado y que se preparaba la ruina del pueblo tolteca y la caída de la gloriosa Tollan.

Al sentir Quetzalcóatl que ya nunca podría ver a los que había enseñado a ser buenos y honrados sin sentir vergüenza, decidió marcharse tomando el rumbo de la estrella vespertina, su casa. Marchó entonces hacia el mar, hacia la llamada Nonoalco –en las playas de lo que hoy es Tabasco– y, allí arrojó, por última vez, las semillas del cacao, que bajo su mano florecieron y quedaron ahí como la postrer dádiva del dios luminoso. Después entró en el mar y, aprovechando un rayo de luz de la estrella de la tarde, regresó a su morada de luz.

Esta es la historia de una muestra de amor incondicional de un dios y de su entrega a un pueblo terrenal, por lo que ahora se podrán explicar, por qué es tan reconfortante cada sorbo de una taza de tlalcacahuatl (chocolate), aderezado con leche o agua, o bien, cada trozo de chocolate que se llevan a la boca, pues ese simple acto, es la celebración de un tesoro divino que nos fue dado a los Mexicanos para compartir con el mundo entero, así como lo hizo Quetzalcoatl con nosotros.

 

Así que ¡buen provecho a todos!

"El chocolate, para que cause placer, cuatro cosas debe tener: espeso, dulce, caliente y de manos de una mujer". - Anónimo

"La bebida divina, que aumenta la resistencia y combate la fatiga. Una taza de esta preciosa bebida permite al hombre caminar durante un día entero sin comer". - Hernán Cortés (1519)

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